Carta abierta entre el valor y la felonía
A las víctimas saharauis que resisten recluidas en prisiones de arena, en cárceles de la dictadura o en el exilio.
13/11/2010 Francisco PalaciosCarta abierta sobre el drama de un pueblo al que están dejando morir. A los cómplices.
A) Al ministro de la Presidencia (de nombre Ramón Jáuregui).
Resulta preocupante que todo un ministro de la Presidencia justifique la violación absoluta del derecho a la información con base en la soberanía de un Estado. A sabiendas de que dicha oscuridad mediática se está utilizando para violar todos los derechos de los nacionales saharauis allí encerrados, desde la tortura a la muerte, sin las más elementales garantías judiciales, y a merced de las instancias represivas de una dictadura (Declaración Universal de 1948). Resulta estremecedor que todo un ministro de la Presidencia asigne esa soberanía del territorio a la potencia invasora de Marruecos, cuando es cuestión elemental de Derecho que un territorio bajo proceso de descolonización no está sujeto a soberanía de Estado alguno (resolución 2625 de la ONU).
Resulta significativo que todo un ministro de la Presidencia se corrija luego asignando el estatus de Estado administrador a un Estado agresor al que dicha categoría le fue transferida ilegalmente (Acuerdos de Madrid, 1975), ya que un Estado colonial no puede ceder la administración en medio de un proceso de descolonización, máxime de un territorio que consta en anexos al respecto (Resolución 1514). Premisa corroborada por dictamen de la ONU (subsecretario de Asuntos Jurídicos, H. Correl, 2002).
Resulta mezquino el argumento de «prudencia por intereses» cuando un actor, que es permanente agresor, decide llevar su perversidad hasta sus últimas consecuencias, quemando un campamento en el que se refugiaban veinte mil personas que ya había sido privadas de los servicios más esenciales. Personas apaleadas, humilladas y asesinadas, pertenecientes a una concreta etnia, en acto rayano en el genocidio parcial (Estatuto de Roma, 1998).
Resulta delictivamente cobarde el recurso a la diplomacia imparcial cuando centenares de esas personas son de nacionalidad española, cuando miles de ellos fueron ciudadanos españoles y cuando decenas de miles de ellos son descendientes directos de empleados públicos españoles (de forma combinada: artículo 11.2 de la Constitución, real decreto 2258/1976, sentencia del Tribunal Supermo 1026/98).
Resulta claro el nivel nulo de ejercicio de la soberanía nacional que puede gestionar España al hilo de todo lo anterior, respecto a un Estado cleptocrático y dictatorial que además ejerce de paria internacional en IDH e indicador de miseria (coeficiente 31.1 solo superado por 36 Estados) a pesar de las multimillonarias ayudas de esta Unión Europea inválida y mercachifle.
B) Al representante del Partido Popular en la Comisión de Asuntos Exteriores (de nombre Gustavo de Arístegui)
Resulta ilustrativa su ausencia de voluntad para condenar el asalto de Marruecos. Su asepsia cómplice en posición de equilibrio entre víctimas y victimarios, entre asesinos y asesinados.
Resulta cínica su afirmación de cómo la responsabilidad es de las dos partes por «estancar negociaciones» cuando la parte agredida lleva siete años intentando que la parte agresora acepte el mismo plan que ella misma propuso años atrás. El Frente Polisario, desde 1991, aceptó ampliaciones censales imposibles, dilaciones injustificadas, renunció a un referéndum e incluso, finalmente, aceptaría un plan que plasmaba las propias propuestas de Marruecos a cambio de no realizar dicho referéndum inmediato (Plan Baker II 2003; resolución 1495 de la ONU).
Resulta obscena su afirmación de que las dos partes «se sienten cómodas» con la situación, mientras una parte «cómoda» está asesinada, encarcelada o exiliada (Informes Amnistía Internacional).
Resulta significativa la condecoración a este ejemplar patriota con la más alta distinción de la dictadura de Marruecos, la Wisam Alaui (Revista Hola).
C) A las víctimas y a los héroes, desde nuestra complicidad
A las víctimas que resisten recluidas en prisiones de arena, en cárceles de la dictadura o en el exilio.
A esas sonrisas infantiles torcidas en gestos agrios y abatidos años después, muchos años después, entre las soledades de la jamada.
A esos viejos soldados saharaui-españoles, luchadores por la liberación, que se han ido consumiendo entre té y té, entre pliegos de esperanzas pacíficas.
A los héroes del anteayer y a los héroes del ayer mismo, enfrentados como sus padres al enemigo, a pecho descubierto, con la esencial arma de la dignidad.
En este mundo que nos acosa es difícil ver mesuras tan ascéticas, inteligencias tan serenas, valentías extremas y medidas, capacidades para el perdón, vocaciones comunitarias con ese sentido exquisito para la empatía colectiva. Toda esa idiosincrasia como pueblo merece la conformación de un Estado. No se pide sino un simple Estado más, en medio de esa orgía de Estados artificiales, canallas, fallidos e imperialistas que componen la cada vez más hedionda sociedad internacional.
Se lo van a poner difícil los amos (del poder) y sus siervos…
Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Zaragoza y miembro de Um-Draiga