Gallopinto 59
Editorial
Hay una escena del famoso tebeo de Ivá, Makinavaja, donde el Maki les explica a unos obreros el motivo de que no vayan a tener éxito en la huelga: vosotros, les dice, os pasa como a las moscas, que no tenéis capacidad para convertir las experiencias en conocimiento. Fijaos, añade, en los ricos, ésos sí lo hacen, ésos saben que las putadas se ensayan, se corrigen y se aplican perfeccionadas.
Y qué razón tiene. Normalmente la cosa funciona de ese
modo. Sin embargo, hay ocasiones donde las clases popula-
res sí han aprendido, y se anticipan y triunfan. Y a los demás
nos toca aprender de esas ocasiones.
En la segunda mitad del siglo XX, la principal arma del
imperialismo para mantener y extender su control sobre
América latina fueron los golpes de estado: Brasil, Chile,
Uruguay, Argentina… El método fue ensayado, corregido y
aplicado.
Posteriormente, cuando el método se agotó, se ensaya-
ron otras estrategias, como las democracias controladas,
pero de nuevo el modelo se fue diluyendo. Ejemplos como
Venezuela, Honduras o Ecuador, donde las clases populares
organizadas consiguieron alcanzar el poder mediante sus
representantes en las urnas acabaron con veinte años de
democracias controladas.
En Honduras se volvió al viejo método. Inmersos en una
crisis económica de proporciones mundiales, el capital no ha
sabido reinventar y de nuevo ha llamado a los militares para
que le solucionen la papeleta. El acoso al ALBA comenzó por
el eslabón más débil. Un país con un presidente que se había
acercado a la izquierda pero con un pueblo poco organiza-
do. El resultado, aún así, no fue del todo el esperado. Bien
que se cambió el gobierno, pero el golpe sólo ha servido
para catalizar la organización popular en el país.
Obviamente, Venezuela y Bolivia son caza mayor puesto
que la organización de sus clases populares es amplia, con-
solidada y consistente. Por lo que se debió pensar que
Ecuador era el siguiente eslabón a cortar. Craso error.
El pueblo de Ecuador es silencioso, no levanta la voz,
pero camina y sabe caminar junto. Y ésa es la diferencia con
Honduras. En Ecuador, las organizaciones sociales fueron
capaces de tumbar cinco presidentes en año y medio. Tal
vez no pudieran gestionar el poder, no tuvieran la experien-
cia, pero sabían que podían impedir el gobierno.
El presidente Correa está ahí porque las organizaciones
sociales quieren, y estará hasta que ellos lo digan, porque la
soberanía no se encuentra en un despacho sino en las
calles; porque el poder no está en los palacios sino en las
esquinas.
Y contra esa soberanía de las calles, y ese poder de las
esquinas, no hay golpe de estado que valga. Ésa es la ense-
ñanza del pueblo ecuatoriano: organización, poder popular,
política en los barrios, en las veredas, crecimiento de abajo
hacia arriba.
Ahora les toca a las organizaciones sociales del resto del
mundo aprender de ese ejemplo, nos toca analizar, corregir
y aplicar.
Dejar de ser las moscas que decía el Maki.