Prat denuncia con imágenes que «Sáhara Occidental no es país para periodistas»
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La fotoperiodista altoaragonesa da voz a los jóvenes saharauis en esta exposición fotográfica.
HUESCA.- La fotoperiodista altoaragonesa Judith Prat inauguró este lunes en la Sala de Exposiciones de la Fundación CAI en Huesca la muestra fotográfica «Sáhara Occidental no es país para periodistas», una exhibición artística que, según la propia autora, «trata de romper el bloqueo que sufren los periodistas saharauis por parte de las autoridades marroquíes». De este modo, la muestra recoge las imágenes de denuncia de varios jóvenes comunicadores que residen en el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos.
En este sentido, recuerda Prat que «Marruecos ocupa el puesto 135 en la clasificación mundial de la libertad de prensa, es decir, que actúa con mano dura para controlar la información dentro de su territorio y castiga de forma implacable el periodismo local y dificulta o, incluso, impide la entrada de prensa extranjera en el país, por tanto, digamos que es una exposición que trata de denunciar la opresión y la violencia que sufren estos informadores solo por el hecho de intentar hacer su trabajo».
Ante la situación saharaui, se le planteó a la fotoperiodista, natural de Altorricón, un proyecto de formación y comunicación organizado por el Observatorio Aragonés para el Sáhara Occidental, con la colaboración del Ayuntamiento de Zaragoza, que consistía en impartir talleres formativos a una decena de periodistas en El Aaiún, pero cuando los iba a iniciar, en junio de 2019, fue expulsada por la policía marroquí. Finalmente, para esquivar la histórica censura marroquí del periodismo y seguir adelante con su propósito, tuvo que ser realizado en Las Palmas de Gran Canaria.
Por tanto, explica Prat, «el objetivo de este proyecto era que después de ese taller los jóvenes saharauis pudieran documentar y contar al mundo lo que ocurre en sus territorios y eso es lo que hemos conseguido». Así que, continúa, «al volver a su lugar de origen documentan con sus cámaras desde la censura que sufre la cultura y la identidad saharaui por parte de las autoridades marroquies hasta el expolio de los recursos naturales como la pesca o los fosfatos, pasando por la dificultad de acceso a la educación, ya que tienen prohibido estudiar periodismo y cuando pueden acceder a la universidad, se trata de centros que están a mil kilómetros de sus hogares».
En realidad, apunta la fotoperiodista, que ha actuado como comisaria de la muestra, «estas son fotografías de estos diez alumnos que denuncian cómo viven bajo el yugo del Reino Alauí, en la que se muestra también todo el tema de los presos políticos, porque muchos de ellos están encarcelados». De este modo, «Sáhara Occidental no es país para periodistas» analiza históricamente el periodo que va desde 1970 hasta la actualidad, pasando por momentos decisivos como el asentamiento del campamento protesta de Gdeim Izyk, en el que se dieron algunos de los momentos álgidos de la represión contra periodistas saharauis y extranjeros que intentaban cubrir ese acontecimiento histórico que algunos expertos califican como el precursor de las primaveras árabes.
Añade la fotógrafa que su labor «no solo era impartir el curso sino que después, junto con los informadores saharauis, hemos ido haciendo el recorrido de esos trabajos que, finalmente, pueden verse en la exposición». Indica que «ha sido un proceso largo porque ellos tienen muy difícil informar desde allí y se han jugado el tipo para mostrar esas denuncias al resto del mundo».
Recuerda que «estos jóvenes han sufrido todo tipo de represiones tan solo por tratar de informar desde torturas, detenciones, malos tratos, sabotajes tecnológicos, a persecuciones y también penas de cárcel desorbitadas por documentar una manifestación, por ejemplo».
Así, hace hincapié Prat en que «el valor de la exposición es que ellos han conseguido doblegar ese bloqueo y tratar de documentar lo que ocurre y mostrarlo al mundo», porque cabe destacar que esta exhibición, que se mostrará en Huesca hasta el 4 de marzo en horario de tardes, tiene previsto recorrer otras ciudades españolas.
Por otro lado, hay un apartado de retratos de los propios informadores que ha realizado Prat. Estas fotografías se muestran en blanco y negro, mientras el resto de la exhibición es en color.
FOTOGRAFÍA DE DENUNCIA
Prat, que es licenciada en Derecho, explica que ha recorrido lugares inhóspitos para denunciar lo que en ellos ocurre y «aunque pueda parecer que he hecho un cambio laboral algo radical del derecho al fotoperiodismo, no lo es tanto porque yo me especialicé en Derechos Humanos y estuve documentando violaciones de éstos en distintos países, ahí fue donde empecé a pensar en la fotografía como herramienta para contar lo que ocurría y, finalmente, estudié fotografía documental y fotoperiodismo como una herramienta al servicio de lo que yo estaba haciendo y acabó convirtiéndose en mi profesión». Advierte que «en todo mi trabajo siempre hay una mirada muy específica hacia las mujeres porque me impresiona especialmente el sufrimiento femenino en los conflictos, que son víctimas de una cascada de violencia, entre ellas la sexual, como arma de guerra».
Entre los lugares que más le han impactado enumera el feminicidio en Ciudad Juárez, la guerra de Yemen, «una guerra muy silenciada porque Arabia Saudí, una de las partes en conflicto, no permite la entrada de periodistas extranjeros, a pesar de que según la ONU es una de las mayores catástrofes humanitarias», y la República Democrática del Congo, «un conflicto que dura más de treinta años, muy fundamentado en el expolio de los recursos naturales», sentencia.
En cuanto a los proyectos de futuro de esta fotoperiodista, advierte que espera poder retomar algunos de los proyectos que se paralizaron en 2020, entre ellos «Matria», que se podrá ver a final de este año en Huesca, previsiblemente. «Se trata de un trabajo sobre el campesinado con una especial mirada a la mujer, que habla de acaparamiento de tierras por parte de la agroindustria, de desplazamiento de campesinos y también habla de futuro, que pasa, en gran parte, por la agroecología y el feminismo en la agricultura».