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Incertidumbre eléctrica y política en Venezuela

9 DE MARZO 2019. Resumen Latinoamericano.

La ciudad de Caracas quedó dividida por zonas que se dan la espalda en lo estético y lo político: el chavismo, de color rojo, y la oposición, vestida de blanco.
Por Marco Teruggi
Una marea roja y la imagen de Chávez en la marcha de apoyo al gobierno de Maduro.

La noche del viernes a sábado trajo cierta tranquilidad en Venezuela. La electricidad regresó en un 70 por ciento del país luego de más de 24 horas de corte. En cada hogar se repitieron los mismos gestos de enchufar neveras, teléfonos, comunicarse, abrir canillas para que salga agua que mandan las bombas eléctricas. En la mañana las colas se multiplicaron para comprar comida que, bajo impacto de hiperinflación, exceden los montos de dinero disponible en efectivo. Cuando la normalidad ya parecía un hecho volvió a irse a luz. Eran las once y media de la mañana del sábado.

A esa hora la oposición ya estaba concentrada en la avenida Victoria, en Caracas, para la movilización convocada por Juan Guaidó el pasado lunes, cuando regresó al país luego de haber estado en Colombia, Brasil, Paraguay, Argentina y Chile. Era la principal actividad en agenda luego de una reunión con algunos sindicatos de la administración pública realizada el martes.

El chavismo por su parte iniciaba su concentración en el centro-oeste caraqueño para dirigirse hasta el Palacio de Miraflores. Fechas como la de este 9 de marzo –el cuarto aniversario del decreto de Obama declarando a Venezuela una amenaza inusual y extraordinaria– suelen ser una demostración de fuerzas, de imágenes, donde la ciudad queda dividida por zonas que se dan la espalda en lo estético y político: el chavismo, de color rojo, la oposición vestida de blanco. El corte de clases es marcado, con una mayoría de sectores populares y algunos de clases medias en el chavismo, una proporción invertida en la derecha.

Las movilizaciones se desarrollaron en el contexto del nuevo apagón, sus consecuentes efectos de cansancio, enojo, incertidumbre, peligro en hospitales y fábricas. La información circulante por redes fue poca, los grupos de WhatsApp quedaron casi inactivos, los hechos, pocos, se corroboraron con el paso de las horas.

Guaidó, quien habló con un megáfono, anunció que convocará a una nueva movilización a Caracas, a la cual no le puso fecha. “Tenemos que ir a la toma y conquista del poder, de los espacios (…) debemos unirnos para venir todos juntos, para que toda Venezuela venga a Caracas. Nos quieren desmovilizar, depende de nosotros”.

El efecto de Guaidó entre sus seguidores fue de receptividad. La tensión se generó con el pedido de “intervención” de quienes estaban allí y la débil respuesta de Guaidó, quien afirmó que podría apelar al artículo 187 de la constitución, que abriría la puerta a una intervención, según dijo, “cuando llegue el momento”. La demanda está instalada con fuerza en sectores de la derecha desde el pasado 23 de febrero, día en que no lograron hacer ingresar los camiones con la ayuda humanitaria.

No solo las bases de la derecha piden una intervención. Algunos dirigentes, como Antonio Ledezma, también. “Vamos pdte. @jguaido solicite formalmente la intervención humanitaria”, twitteó antes de la movilización.

Nicolás Maduro habló poco más tarde frente al Palacio de Miraflores. Informó acerca de la cronología de los cinco ataques, tanto físicos a estaciones de generación, como electromagnéticos a redes de transmisión, y cibernéticos al sistema de control automatizado. Afirmó que el 70 por ciento que se había logrado restablecer el viernes en la noche volvió a ser dañado el sábado al mediodía. Centró las responsabilidades en la estrategia de ataque sobre el sistema eléctrico diseñado por Estados Unidos, la derecha interna, en complicidad con lo que denominó “infiltrados en la empresa”.

Las desconcentraciones de las movilizaciones se realizaron en una ciudad con tranquilidad, intentos de comunicarse entre familias, preocupación ante una posible nueva noche a oscuras con todas sus consecuencias. No se han generado incidentes en las calles luego de dos días de comenzado el #MegaApagon –como figura en tendencia de Twitter– y, no resulta extraño suponer que uno de los efectos buscados por el ataque sea justamente el de volcar a la población a las calles a protestar. Algunas zonas del país no han tenido restablecimiento del servicio desde el jueves.

Se trata de una pulseada por restablecer y estabilizar el sistema eléctrico –que presentaba dificultades con anterioridad en diferentes partes de Venezuela– disminuir los daños encadenados que trae el corte nacional prolongado. Se puede anticipar que los sabotajes seguirán y se ampliarán, tal como anunció Guaidó durante el acto del sábado: “Debemos anunciar con responsabilidad que se transformará en una crisis por la gasolina”.

El finalizar de la tarde trajo incertidumbre respecto a lo inmediato y lo que vendrá en próximos días. La derecha no dio fechas de movilización, y parece claro que la estrategia de desgaste prolongado es una carta que piensan utilizar por sus efectos: genera desgaste, incertidumbre, caotizaciones, y no expone a la misma oposición que niega toda responsabilidad ante los hechos. Uno de los ejes de la disputa se centra así alrededor de la interpretación de los acontecimientos.

Los días han pasado a ser una tensión entre el regreso de la luz y los apagones, la normalización necesaria ante un cuadro inédito de asedio que pone a un país a resistir.

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