Sobrevivir de la economía informal.
El Comité de Solidaridad Internacionalista desarrolla en Colombia un proyecto financiado por la Diputación de Zaragoza para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores del sector informal, mayoritario el área metropolitana de Bogotá
Colombia es uno de los países más inequitativos del mundo. El pasado mes de julio, el presidente Petro señaló: «Hoy, Bogotá es la ciudad más desigual socialmente de Colombia. Lo cual significa que quizás sea la ciudad más desigual del mundo». Entre los sectores más afectados por este fenómeno se encuentran los trabajadores informales, aquellos que no tienen garantías laborales, y que en la actualidad representan el 55,9% de las personas ocupadas.
En la Perseverancia –la Perse, como se conoce coloquialmente al primer barrio obrero de Bogotá- y Madrid -una ciudad cercana-, el Comité de Solidaridad Internacionalista ha promovido, con la ayuda de la Diputación Provincial de Zaragoza, un proyecto encaminado a la generación de redes de comercialización y espacios de circulación de productos que, a través del fortalecimiento de las unidades productivas, puedan posicionar una manera de producir y consumir que dignifique la vida de los y las trabajadoras informales y sus familias.
Bogotá y su entorno inmediato se configuran como el principal centro de producción de Colombia, donde se aprecia con toda claridad el proceso de concentración de población, capital y conflictos. Más de 9 millones de personas viven donde se produce el 32,1% del PIB nacional, según los datos del Departamento Administrativo de Estadística de Colombia sobre el año 2020.
En el interior de la Sabana de Bogotá, se puede observar el proceso de metropolización. Madrid cuenta con 136.374 habitantes (2022) y es el octavo municipio más poblado del departamento de Cundinamarca, debido a que es un receptor de migración y población desplazada, por lo que las actividades de trabajo informal van en aumento y son el sustento de la mayoría de los habitantes.
El barrio de La Perseverancia, por su lado, se encuentra en el centro de la ciudad y sus comunidades resisten a la gentrificación y a su cercamiento con construcciones en altura, por su proximidad al centro financiero de la capital del país. El planeamiento urbanístico da prevalencia a las constructoras y no a la mejora de la vivienda popular o a la preservación del patrimonio histórico, en un barrio con más de un siglo.
A partir de un censo liderado por la comunidad, actualmente hay 1.101 predios, con un equivalente a 4.300 personas aproximadamente. Entre ellas, hay un grupo de mujeres que ha sobrevivido por más de tres generaciones de la venta de alimentos y artesanía propia de la identidad obrera del barrio, lo que las ha llevado a generar una identidad como vendedoras de productos autóctonos y comida tradicional.
En este orden, se identifica el Distrito Capital como núcleo central de la actividad social, económica y política, articulado con las provincias de Sabana Centro, Occidente, Norte y Soacha, que agrupan el conjunto de municipios circundantes, cuyas actividades económicas están estrechamente vinculadas a través de la oferta de servicios de soporte a la producción urbana en aspectos como la oferta de unidades de vivienda (ciudades dormitorios), producción alimentaria, servicios públicos, nuevas zonas industriales o infraestructura vial, entre otras.
El proyecto brindó herramientas para el fortalecimiento de estructuras asociativas a través de la formación y capacitación para la participación democrática de este importante sector de la población en la política pública, acceso a recursos, capital y cualificación. Además, por medio de la asociatividad, encontró la posibilidad de promover la protección de los derechos laborales y un entorno de trabajo seguro y sin riesgos para todos los trabajadores, incluidos los y, sobre todo, las migrantes, y las personas con empleos precarios.
Además, generó espacios de comercialización de productos con un sentido de justicia social y ambiental, que a su vez posibilitaron escenarios de visibilización de las reflexiones de los espacios de formación, capacitación y discusión de la importancia de desarrollar una producción sostenible, que mitigue la pobreza y que promueva economías con bajo impacto en el medio ambiente.
Los avances en materia de fortalecimiento organizativo se centraron en el uso del espacio público y la necesidad de incidir en políticas que contemplen la informalidad como un fenómeno real y complejo para las autoridades, de cara a los problemas por los que estas personas atraviesan en su ejercicio económico, como lo es el acceso a la salud, seguridad social, pensión y garantías sociales en general.