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“Colombia sigue en el camino de la guerra” Bruno Duffé, enviado del Vaticano

3 mar. Colombia Informa.- Bruno Duffé Secretario del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral del Vaticano, viajó desde Roma a Bogotá el pasado 15 de febrero de 2019, donde cumplió con una misión de diálogo con organizaciones sociales y políticas. En entrevista concedida a Colombia Informa explicó su mirada sobre la situación que sufre el país por cuenta de la guerra y la persecución de líderes sociales.

Bruno Duffé, Secretario del Dicasterio del Vaticano, fue recibido por representantes del Congreso de los Pueblos. Durante su instancia conoció al Padre Javier Giraldo y a otros sacerdotes comprometidos con un proyecto de país diferente. También dialogó con voceros de la Cumbre Agraria, Étnica, Campesina y Popular, quienes le compartieron su historia de negociación desde 2014 con el Gobierno Nacional, una historia de incumplimientos pero también de muchas experiencias en los territorios de auto-gobiernos y consolidación de territorios colectivos.

Uno de los propósitos centrales de la visita de Bruno Duffé fue poder encontrarse con personas privadas de la libertad, presos políticos de la Picota y prisioneras políticas de la cárcel del Buen Pastor, ambas ubicadas en la ciudad de Bogotá. El alto dignatario tenía el especial propósito de conocer al líder social Julián Gil, miembro del Congreso de los Pueblos y seminarista claretiano quien se encuentra detenido en la prisión de La Picota. Un sonado caso que las organizaciones sociales denuncian como otro falso positivo judicial contra los líderes sociales.

Esta misión, cuyo informe se entregará estos días al Papa Francisco, es parte de la misión del Dicasterio, quien busca establecer un diálogo permanente con los actores de la construcción de paz en el mundo. Colombia Informa pudo entrevistarlo horas antes de su salida del país, conociendo sus impresiones y conclusiones de esta visita oficial.

CI: Cuales son las conclusiones preliminares de su viaje.

Bruno Duffé: Para mí lo más importante fue observar el contraste entre las expectativas generadas por los procesos de paz y la realidad. Conocí la experiencia de una violencia que sigue siendo muy fuerte contra los líderes sociales, contra las comunidades, contra los campesinos y contra todas las personas que buscan abrir nuevas posibilidades en el espíritu del proceso de paz. Es decir que para mí fue una terrible sorpresa ver que si en Europa se dice que Colombia está en el camino de la paz, acá veo que Colombia sigue en el camino de la guerra, de una guerra social.

Quiero compartir dos o tres puntos de análisis:
Primero, veo el hecho que el gobierno esté cerrado al dialogo, al dialogo social y político y eso es terrible para mí, porque es una postura que cierra la posibilidad de otro futuro. Perpetra una situación que se vive desde hace más de 50 años en el país. Al mismo tiempo, he podido ver la riqueza de los actores de las comunidades, del campesinado, de las mujeres, de los actores de la solidaridad y en general de todas aquellas personas que creen en los derechos humanos. Hay una fractura intelectual y social en la sociedad colombiana. De un lado vemos la imposibilidad del Estado de transformarse o abrir caminos de participación y dialogo social y del otro la riqueza de actores que articulan reflexiones claras, análisis que conectan, historia del pasado, lectura del presente y abren la posibilidad de pensar el futuro.

Segundo, la represión y la violencia contra un gran número de miembros de la sociedad colombiana es un suicidio organizado, hay un tipo de genocidio social y político operando. No es posible hablar de democracia. Es terrible pensar como un Estado que pretende ser un Estado de derecho destruye y continúa de destruir las capacidades de una sociedad para organizar el futuro y las posibilidades de construir una vida social. Mi visita a la cárcel de la Picota fue impactante, descubrí la represión contra líderes sociales pero conocí la riqueza social, política e intelectual de estos hombres sometidos a condiciones infrahumanas. Es una pregunta para mí, como es posible que no se pueda transformar la guerra hacia una confrontación política que es el principio básico de la democracia.

Tercero, hay una paradoja, muchos colombianos quieren participar no están en la desesperación, al contrario muchos quieren hablar, participar y asumen responsabilidad política.

Por ejemplo, en el proceso de dialogo con el ELN el primer punto de la agenda es la participación, está en el corazón de esa necesidad de que los colombianos puedan ser actores de la construcción de una Colombia en paz. El gobierno cerró el diálogo porque entiende que abrirlo, confrontaría la lógica de la fuerza, de la represión y del control, porque el diálogo político llevaría a una crítica del sistema político y económico operante. La economía, el poder económico está al centro del conflicto. La confluencia de intereses entre el gobierno y los intereses financieros de las multinacionales está en el corazón del problema.

La palabra participación es el punto uno del dialogo entre gobierno y ELN pero es el punto de inicio de lo que sería una revolución y el gobierno no quiere cambiar nada, quiere mantener el control.

La democracia no se construye sobre el control. Pero sobre la confianza, sobre la posibilidad de participar, de proponer libremente y estar activos en la vida económica. Por ejemplo con una agricultura soberana que alimenta a todos, sobre un modelo ecologista que respeta la naturaleza y sus recursos y una apertura de la política que respeta la organización de la comunidad local incluyendo sus prácticas de memoria y sus principios de solidaridad.

Y todo eso es peligroso para un gobierno que quiere mantener un control represivo basado en la policía, los militares y los paramilitares….

CI: Cuál es el papel de la iglesia acá y en el mundo para transformar los conflictos?

BD: Es una cuestión que no es fácil, hay una sensibilidad católica en el corazón de muchos colombianos pero muchos sacerdotes y jefes de la iglesia colombiana no están cerca del pueblo, son hombres del templo, de la institución. Genera tristeza para muchos de no recibir apoyo de los sacerdotes. Algunas comunidades religiosas y sacerdotes están muy empeñados en promover la solidaridad. Es decir que la contradicción de la sociedad colombiana también es la contradicción que vive la iglesia.

Es muy importante el papel del vaticano y de la iglesia en su organización internacional como en el caso del dicasterio en el cual trabajo, cuyo papel es sostener desarrollo integral humano. Es una autoridad moral que propone medios y caminos para respetar los derechos humanos y construir una paz social en Colombia y en el mundo.

La iglesia me parece que tiene un papel importante para nombrar las condiciones necesarias para la paz, por ejemplo la doctrina social de la iglesia. Tiene principios muy importantes para el contexto, como la dignidad de las personas, la solidaridad, basados en un principio de responsabilidad compartida y un principio de educación a la responsabilidad.

La iglesia es una institución de educación al sentido de responsabilidad y a la solidaridad. Puede hablar de la solidaridad, del bien común, de la opción por los pobres. La iglesia tiene un referente que es el evangelio, y la consideración de Cristo por los pobres es fundamental y no se puede olvidar o poner en un segundo plano ese tema.

Quisiera decir que la Iglesia puede asumir un papel de mediación, puede dar un mensaje a los gobiernos, a los Estados, al Estado colombiano a los que tienen el poder y a los que están encerrados en la violencia. Es lo que hace el Papa por ejemplo en su mensaje del primero de enero cuando dice “la buena política está al servicio de la paz “. Es un título para Colombia. Se refiere directamente a los derechos humanos, la buena política no puede estar fundada sobre la violencia o la amenaza sino que se funda sobre el valor de la palabra y del dialogo. Esa política se basa en el respeto de las culturas de las comunidades y eso se obtiene por el camino de la negociación y el camino del perdón, porque en algún momento hay que pedir perdón. Para superar la violencia y respetar la memoria de las víctimas. Todas las victimas de ayer y de hoy deben ser tomadas en cuenta. La iglesia puede decir necesitamos una memoria del pasado, una memoria de la violencia histórica y de las violencias de hoy. Pero necesitamos abrir de nuevo espacios y prácticas de diálogo social y político, porque la violencia y la persecución social solo abren camino para la muerte. La Iglesia puede decir eso, y yo creo que la iglesia debe decirlo.

CI: Qué fue lo más impactante de su visita?

BD: Me toco mucho, la calidad de las reflexiones por ejemplo de estos hombres y mujeres en la cárcel, fue un momento muy importante, en la Picota y el Buen Pastor. Yo me llevo textos, testimonios escritos, cartas que dan cuenta de esta riqueza humana, cultural, política, ética y espiritual. Me ha impresionado mucho la fuerza del pensamiento de muchos colombianos. Y la riqueza de su historia. Cuando escuchamos a los campesinos, a las comunidades indígenas y afros, vemos que hay un tejido extraordinario. Eso ilustra la paradoja de Colombia que sufre, que vive la pobreza y la violencia y tiene a la vez una historia una conciencia particularmente rica. Fuerte. Para mi es una experiencia que marcara mi Dicasterio, junto con otras.

En América Latina no es posible hacer propuestas de iniciativas de derechos humanos sin tomar en cuenta a Colombia.

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