Victoria del FSLN hará posible profundizar los cambios
En estos cuatro años en los que el Frente Sandinista ha ejercido el poder, el Frente se ha ocupado, en primer lugar, en reconstituir las prioridades del país desde el punto de vista económico y social. Y ha tenido bastante éxito en la re-dirección de las políticas económicas en las nuevas circunstancias.
Por William Grigsby Vado (*)
20 marzo de 2011
El Frente Sandinista tiene su película clara. Además de lo que ya conocemos –la gratuidad de la educación y de la salud y los programas sociales que son banderas de este gobierno–, uno de los logros más importantes de este gobierno ha sido recuperar paulatinamente la función del Estado como rector de las políticas económicas. Aunque esto no lo ha logrado plenamente, sí ha iniciado el proceso para lograrlo. Cito, por ejemplo, la refundación –podríamos llamarla así– de ENABAS (Empresa Nicaragüense de Alimentos Básicos), encargada de regular el precio de algunos alimentos, lo que la convierte en un pivote fundamental para mantener el equilibrio de la economía familiar. Otro ejemplo: las estratégicas políticas del Estado en inversiones en energía, que han logrado una clara rectoría del Estado en todo el sector energético. Otro ejemplo: la redefinición de las prioridades en la construcción de caminos y carreteras. Hasta hace cuatro años la prioridad eran los corredores internacionales o las carreteras troncales, ahora son otras las prioridades. Son sólo algunos ejemplos, muy importantes para ir construyendo el futuro. El gobierno tiene un Plan de Desarrollo claramente vertebrado con dos prioridades: el sector agropecuario y el sector energético y ha dirigido sus políticas a fortalecer ambos sectores. En el sector agropecuario ha priorizado a la pequeña y mediana producción, que hoy tiene mejores posibilidades de crédito y de mercados que las que tenía hace cuatro años.
Si revisan el programa que el Frente Sandinista presentó para las elecciones de 2006 lo ha cumplido en un 98% y lo ha sobrecumplido en aspectos que ni siquiera estaban previstos. Tenemos ahora un gobierno que tiene resultados concretos en políticas sociales y económicas que han disminuido la incidencia del hambre en el campo y que han fortalecido nuevas formas de organización en el campo, principalmente alrededor del programa Hambre Cero, que ha promovido a 60 mil mujeres organizadas en cooperativas campesinas. Ellas son el germen de nuevas estructuras organizativas que podrán desarrollarse en los próximos cinco años de gobierno del Frente Sandinista.
En una perspectiva general, lo que ha hecho este gobierno ha sido sentar las bases para dar un salto de calidad en términos estructurales, y también en términos políticos, después de que ganemos las elecciones de noviembre. En estos primeros años el Frente Sandinista se ha concentrado en ir recuperando la función del Estado en determinados sectores de la economía, sentando las bases para dar ese salto.
Los resultados económicos han sido hasta ahora francamente favorables, aunque con la enorme debilidad que imponen las circunstancias políticas. Porque no ha habido ahora una ruptura estructural de la sociedad. No la ha habido ni la habrá. No es como en 1979, cuando después de la insurrección popular el Frente Sandinista asumió el poder y asumió todo el poder. Y construyó todo el poder –el militar, el estatal–, porque el poder antiguo quedó literalmente en cenizas. También el Frente construyó un marco legal para el país que se llamó Constitución. Ésa no es la situación ahora, entre otras cosas porque las posibilidades políticas, ni las nacionales ni las internacionales, no nos lo permiten. Y porque tampoco ése es el objetivo del Frente Sandinista.
Aquí no ha habido un cambio estructural del país. Lo que ha habido es un gobierno que ha cambiado las prioridades del Estado, colocando en primer lugar el ayudar a salir de la extrema pobreza a un segmento de la población y el promover políticas que ayuden a elevar el nivel de vida de toda la población. Lo hemos hecho en un marco político desfavorable al Frente Sandinista. Porque ganamos las elecciones sin tener mayoría parlamentaria y sin tener mayoría ideológica en el seno de la sociedad. Lo que teníamos en enero de 2007 es un Frente Sandinista que ganó las elecciones con la voluntad de, a partir del ejercicio del poder, ampliarse hasta conseguir ser mayoría política e ideológica.
En mi opinión, el principal problema del Frente Sandinista es no haber logrado empujar la organización popular. El Frente no ha logrado hacer de los CPC (Consejos del Poder Ciudadano), convertidos después en los Gabinetes del Poder Ciudadano, un masivo instrumento de organización de base. Eso no cuajó y es más que obvio en los resultados. Tampoco ha logrado aún cuajar otro tipo de organización popular que posibilite esos vasos comunicantes entre el gobierno que ejerce el poder político y la gente. Creo que ésa es la principal debilidad política que tiene en este momento el gobierno del Frente.
Pero tenemos muchas fortalezas con las que llegar a las elecciones de noviembre. Una de las fortalezas indudables del Frente Sandinista es un gobierno que tiene su película clara, que tiene un proyecto clarísimo y que está dando los pasos para ir a donde quiere ir. El Frente Sandinista tiene también una organización electoral muy eficiente y eso está demostrado. El ejército de fiscales del Frente Sandinista es experimentado. Ya han participado con eficacia en cuatro elecciones generales y en cuatro o cinco elecciones municipales.
Tiene también el Frente Sandinista un ambiente internacional que es favorable a la consolidación de su proyecto. Y no sólo por la existencia del ALBA, sino por la existencia en América Latina de gobiernos que tienen una posición más nacionalista que subordinada a la metrópoli norteamericana. Es también un factor favorable que a los gringos no les interesa tanto Nicaragua y Centroamérica porque están más preocupados por lo que pasa en otros lados del mundo.
Recordemos una máxima del siglo 19: «Estados Unidos no tiene amigos, tienen intereses». Yo creo que el mayor éxito del Frente Sandinista en estos cuatro años frente a la oposición no ha sido mantenerla dividida, que ya es bastante. Lo más importante es que ha descarnado a la oposición. La oposición ya no es interlocutora de la oligarquía en Nicaragua. Y tampoco es ya la interlocutora de los intereses norteamericanos en Nicaragua. Estados Unidos defiende sus intereses solo, a veces con la oposición y a veces con el gobierno. Esta oposición que tenemos ahora no representa ya los intereses de Estados Unidos. ¿Son amigos de Estados Unidos? Lo son, pero ya Estados Unidos no va a apostar por ellos porque ellos sean sus instrumentos. Estados Unidos ve que la oposición dividida no tiene posibilidad de ganar y si ve con mayores posibilidades al Frente Sandinista, no se va a echar de enemigo al Frente. Porque no les conviene. Animarán a la derecha a que saque diputados, pero nada más.
El Frente Sandinista tiene la gran ventaja de que la oposición está atomizada, desestructurada, sin liderazgo claro y sin programa. La fragmentación de la oposición por sus contradicciones personales les impide concurrir unidos y eso opera a favor del Frente Sandinista. Sus adversarios son adversarios debilitados. Con una debilidad no sólo marcada por su división sino por razones ideológicas. Quienes impusieron en Nicaragua la privatización de la salud y la educación públicas fueron estos adversarios. Todos los paradigmas con los que ellos trabajaron desde el gobierno han sido pulverizados con el correr de los años. Por eso el discurso de la oposición es un discurso hueco. Cuando le preguntan a Alemán o a Montealegre qué harían con el programa Hambre Cero, ambos dicen que es bueno pero que ellos harían cosas mejores. Les han preguntado también sobre la crisis energética y lo mismo dicen: que el gobierno ha hecho un buen trabajo, pero que hay que traer más inversiones…Tenemos enfrente a una oposición sin ideas propias sobre qué hacer en el país. Y así, si vamos desmenuzando los problemas principales del país y buscamos las propuestas de solución que tiene el adversario y las que tiene el Frente Sandinista, encontramos, obviamente, demasiadas similitudes, con la gran diferencia de que el Frente ya está haciendo las cosas y los otros no las hicieron cuando estuvieron en el gobierno. Tenemos la gran ventaja de una oposición debilitada desde el punto de vista de sus propuestas del modelo de sociedad y desde el punto de vista de sus antecedentes. No tienen ideas nuevas que proponer.
La gran discusión que ha habido contra el Frente Sandinista es sobre la institucionalidad. Se acusa al gobierno, y en particular al Presidente Ortega, de vulnerar la institucionalidad, de asumir una conducta autoritaria, de violar la Constitución y de violar las leyes. ¿Qué decir a esto? Sólo quiero recordar que toda institucionalidad, todo marco jurídico, es fruto de una mayoría política. No existen sociedades donde las mayorías políticas no construyan las institucionalidades.
El origen del marco jurídico de Nicaragua está en la Revolución de 1979. La Constitución de 1987 la hizo la Revolución, que construyó también el Estado, el Ejército y la Policía. Pero esa Constitución, bajo la que se hicieron las elecciones de 1990, fue administrada y reformada según los intereses de la mayoría política que surgió de las elecciones de ese año. Esa nueva mayoría política acomodó el marco jurídico a sus intereses. Y esos intereses quedaron plasmados en las reformas que se hicieron a partir de ese año a la Constitución y a las leyes. Citemos sólo un ejemplo de un cambio legal que tiene que ver con las manifestaciones que hacen estos días miles de ancianos que no cotizaron suficientes semanas al seguro social y que, por eso, no reciben, al menos, una pensión reducida. Y no la reciben porque el gobierno de Violeta Chamorro reformó la ley de la seguridad social y los privó de ese derecho. ¿Y qué fue lo que ocurrió con todo el aparato productivo estatal? Fue liquidado y privatizado por ese gobierno. ¿Y con el sistema financiero? Según la Constitución de 1987 la banca es estatal, pero a partir de 1991empezaron a operar en Nicaragua bancos privados, y no había sido reformada la Constitución, que los prohibía. Y fue hasta 1995 que se reformó la Constitución en ése y en otros aspectos. ¿Por qué fue así? Porque había una mayoría política que imponía sus intereses. Son las mayorías políticas las que construyen la institucionalidad de una sociedad.
En este momento nadie tiene en Nicaragua mayoría política. En la Asamblea Nacional nadie la tiene. Y hay en este momento una disputa por la mayoría política. Esa disputa se va a dilucidar en las elecciones de noviembre. Mientras, cada quien hala agua para su molino, cada quien usa los instrumentos que tiene a mano. Eso es lo que hace el Frente Sandinista. Y eso es lo que ocurrió con el decreto presidencial 3–2010. (En enero de 2010, el Presidente Ortega emitió un decreto para que permanecieran en sus cargos unos 25 altos funcionarios estatales a los que se les vencía el período, mientras no fueran nombrados otros).
El Frente Sandinista sabía que sin un acuerdo político con algunas de las dos bancadas de diputados liberales, la de Montealegre o la del PLC, no tenía posibilidad de elegir los 25 cargos de magistrados de la Corte Suprema, del Poder Electoral, de la Contraloría…Y también sabía que la intención de sus adversarios era no elegir a ninguno para así paralizar los poderes del Estado y desde ahí negociar en mejores condiciones con el gobierno. Sabiendo esto, el Presidente Ortega se les adelantó y emitió el decreto: todos permanecen en sus cargos mientras no sean elegidos sus sustitutos por la Asamblea Nacional. Se ha argumentado que mantener o nombrar a estos cargos no es facultad del Presidente de la República. Es cierto que no es facultad presidencial expresa, pero también es cierto que la ley no se lo prohíbe. Y tan es así, que nadie presentó ningún recurso contra ese decreto.
Con la famosa institucionalidad nuestros adversarios hambrearon a la gente durante 17 años y todo era institucional, todo era legal. Amparado en esa institucionalidad, cuando era Ministro de Hacienda, Eduardo Montealegre eliminó el vaso de leche escolar. Amparados en la institucionalidad del mercado, esos gobiernos impedían a los pequeños productores acceder al crédito. Y sólo estoy citando algunos ejemplos. Aquí la institucionalidad estuvo al servicio de otros intereses, intereses económicos principalmente. Ahora tratamos de construir una nueva institucionalidad, ajustada a los intereses de esa nueva mayoría política que va a surgir de las elecciones de noviembre. Y mientras llegamos a lograrlo, lo que hay es una disputa con sus más y con sus menos, con sus extremos, a veces con la cuerda demasiado tirante…Y así es siempre: no se nos puede olvidar que toda elección es una lucha por el poder.
A sabiendas que la oposición iba a jugar a paralizar los poderes del Estado, el Presidente Ortega se anticipó y decretó el 3–2010. Y después, para validar el decreto, un abogado liberal descubrió que el segundo párrafo del artículo 201 de la Constitución nunca fue derogado y se convirtió en el tercer párrafo del artículo constitucional 201: era legal, pues, que los funcionarios quedaran en sus cargos. Y aunque el Frente no ha tenido mayoría política parlamentaria en términos nominales, la oposición tampoco logró tenerla ni derogar el decreto presidencial ni para desconocer el tercer párrafo del artículo 201. Ninguna de las dos cosas las logró. Me podrán decir que el Frente compró diputados para impedir que lo lograran. Pero, ¿la responsabilidad es sólo del que compra o también del que se vende? ¿Y quién eligió a los diputados que se han vendido? Los eligió la oposición, no el Frente Sandinista. Y en reglas del juego como las que prevalecen en Nicaragua todo se vale con tal de consolidar una mayoría política en el Parlamento. La alternativa era permitir que paralizaran el país institucionalmente y habríamos sido babosos si nos dejábamos…
Ahora, vamos a las elecciones de noviembre a dilucidar quién tendrá la mayoría política en los próximos cinco años. ¿Quiénes contarán los votos, quiénes validarán los resultados? Hay que recordar que el sistema electoral nicaragüense fue reformado en 1995 por la mayoría política de ese entonces. La esencia de la reforma fue basar el sistema electoral del país en los partidos políticos. Desde entonces la vía para acceder al poder son los partidos políticos y son los partidos los que dictan las reglas del juego.
Las elecciones de 1990 fueron hechas con otro sistema. Eran, por ejemplo, maestros y maestras, independientemente de su filiación política, quienes presidían las mesas de votación. Después de la reforma todas las estructuras electorales quedaron en manos de los partidos políticos.
¿Por qué Mariano Fiallos renunció a presidir el Poder Electoral? Porque él vio venir que se estaba negociando un sistema controlado totalmente por los partidos y denunció que eso iba a ser negativo. Hay que recordar que la reforma del sistema electoral la hizo en 1995 la mayoría política de ese momento, una combinación de las fuerzas que respaldaban a Violeta de Chamorro en unos aspectos y las fuerzas que la adversaban en otros aspectos: socialcristianos, conservadores y el Movimiento Renovador Sandinista. El PLC no estuvo en ese combo. Fue la mayoría política de entonces la que tomó la decisión de que la maquinaria electoral institucional pasara a manos de los partidos políticos. En esa reforma se le dio un gran espacio a las minorías electorales. Y por eso, con los resultados de las elecciones de 1996 hubo una bancada de once diputados que eran casi de once partidos diferentes. Como fruto de la reforma a la Ley Electoral de 1995, negociada entre las fuerzas políticas dominantes en el gobierno de Violeta Chamorro, llegaron al Consejo Supremo Electoral magistrados postulados por los partidos políticos. Roberto Rivas llegó por la sociedad civil. En aquel momento no había en el Poder Electoral magistrados ni del PLC ni del Frente Sandinista.
La Ley Electoral vigente fue reformada nuevamente por una negociación entre el PLC y el Frente Sandinista entre 1997 y 2001. Esta Ley fue hecha a la medida de los dos grandes partidos, el PLC y el Frente Sandinista. Ambos partidos no tenían representación en las estructuras electorales, no tenían a ningún magistrado en el Consejo Supremo Electoral, a pesar de que eran las dos fuerzas políticas mayoritarias. Entonces, como parte del pacto de Alemán con Daniel, y como entre ambos partidos tenían la mayoría política, reformaron la Ley Electoral. Con la reforma le redujeron el espacio a las minorías electorales y lo ampliaron a las mayorías electorales. Eso es exactamente lo que ocurre en el modelo español, donde Izquierda Unida tiene más de un millón de votos y obtiene sólo un diputado.
El actual Consejo Supremo Electoral, que nombra y decide en los Consejos Electorales departamentales, municipales, regionales, y también en las juntas receptoras de votos es fruto de esa reforma. Y con ese Poder Electoral y con esas reglas se celebraron las elecciones generales de 2001 y de 2006. No son un invento de ahora. Vamos con las mismas reglas del juego y los resultados saldrán de esas mismas reglas. Nada ha cambiado. ¿Qué fue lo que cambió? Cambiaron las inclinaciones políticas de los magistrados. Cambió Roberto Rivas, cambió René Herrera…Pero, ¿quiénes los eligieron a ellos como magistrados? No fue el Frente, fue el PLC.
En el actual sistema electoral, basado en los partidos políticos, son los partidos los que tienen la preeminencia. Son los partidos los que tienen puestos rectores en todas las estructuras del Consejo Supremo Electoral ¿Quiénes van a contar los votos? Los partidos. ¿Y quiénes los van a vigilar? Los partidos, que tienen a sus fiscales en cada junta receptora de votos. Según la Ley, los dos partidos que sean mayoritarios en las elecciones anteriores son los que dominan todas las estructuras electorales y todas las mesas de votación. Como fruto de las elecciones de 2006 esos dos partidos son el FSLN y la ALN. Entre ambos se reparten todos los Consejos departamentales, todos los Consejos municipales y todas las juntas receptoras de votos. Sólo el tercer miembro en los Consejos y las juntas le queda a los partidos minoritarios. Tres miembros en cada junta: el primero de uno de estos dos partidos, el segundo también y el tercero de los otros partidos. Ése es el marco legal en el que se va a disputar el poder en las elecciones de este año. ¿Es justo o no? Eso es harina de otro costal.
Muchos enarbolan la bandera del Estado de Derecho y dicen que deben prevalecer las instituciones y las decisiones institucionales, pero vemos que en todos los Estados son las mayorías políticas las que construyen el Estado y las que eligen a quienes dirigen las instituciones. ¿Quién elige a los magistrados del Tribunal Supremo en España? Los diputados, y los magistrados están divididos en progresistas y conservadores, en los del PP y los del PSOE. Y nos dicen que España es una panacea de la democracia. ¿Quién elige a los magistrados en Estados Unidos? Los elige el Presidente de Estados Unidos. ¿Elige a adversarios? No, elige a sus bróderes. Y los elige para toda la vida, porque son cargos vitalicios. ¿Quién elige a los magistrados en Costa Rica? Quien tiene la mayoría en el Parlamento y quien tiene mayoría elige a más magistrados. Lo que quiero decir es que son las mayorías políticas las que determinan la institucionalidad de un país y no al revés.
¿A quién le toca en Nicaragua tomar decisiones en el ámbito judicial? A la Corte Suprema de Justicia. Dicen que la Corte está dominada por Daniel Ortega. Pero, ¿cómo se eligió a los magistrados de la Corte, los impuso Daniel Ortega? No, fueron electos por el procedimiento parlamentario. ¿En pacto con Alemán? Sí, pero con el procedimiento parlamentario: 8 para el PLC y 8 para el Frente. Si aceptamos esa legitimidad, ¿a quién le corresponde tomar las decisiones en el caso de la reelección? A la Corte Suprema de Justicia. ¿Quién resolvió que la reelección de Daniel Ortega es legal? La Corte Suprema de Justicia. Si el fallo me gusta o no me gusta es otra cosa. Alguien podría luchar contra esa resolución de la Corte, pero está legítimamente tomada por el instrumento al que, de acuerdo al Estado de Derecho, le corresponde tomarlo. Dicho sea de paso, esa resolución de la Corte también podía haber sido objeto de un recurso, pero ninguno de los que la criticaron la recurrieron.
Me pueden decir que es bastante cínico todo lo que estoy diciendo. Y puede que sea así. No mezclemos la moral, es decir, lo que los capitalistas denominan moral, con la política. No conozco ningún país donde la moral prevalezca sobre la política. No existe sociedad donde la moral esté por encima de los intereses políticos. No existe. O tal vez existe en el país imaginario. Antes decían que ese país era Islandia, pero hoy Islandia está en la bancarrota, llevada a esa quiebra por su clase política, por sus banqueros y por Gran Bretaña.
¿No son éstas las reglas del juego que nos inventaron? Esas reglas del juego ¿las puso el Frente Sandinista? No las puso el Frente. Estamos jugando en esas reglas del juego y con esas reglas del juego le damos vuelta al calcetín. Pero, obviamente, no es suficiente. Todo ese rejuego es todavía dentro del sistema, pero para nosotros no es suficiente. Nosotros aspiramos a más. Y para lograrlo requerimos una mayoría política suficiente. Aspiramos a obtener en las elecciones la mayoría calificada en el Parlamento. No sé si lo vamos a lograr, pero aspiramos a eso.
Echemos ahora una mirada a lo que puede ocurrir en noviembre. Estoy convencido, siempre lo he estado, que aquí la pelea va a ser entre el Frente Sandinista y el PLC. A pesar de que salió Fabio Gadea, que es sólo un cachinflín y como todo cachinflín sale disparado en vertical, sube…y se va para abajo y se va apagando enseguida. Aquí la pelea va a ser PLC– Frente Sandinista. Y no será una pelea fácil. Algunos compañeros y compañeras del Frente dicen: «La tenemos ganada». Y no es cierto. Entre otras razones, porque en Nicaragua hay todavía una poderosa influencia ideológica muy conservadora y eso no se cambia ni en cinco años ni en diez. No se cambió con la Revolución, menos que lo cambiemos ahora en cinco años. Y eso que la Revolución la hicimos las nuevas generaciones de entonces, pero aquella generaciones son ahora sumamente conservadoras. Porque el ser humano es así: con los años nos volvemos conservadores y con los años los intereses son ya los hijos y los nietos.
No es cierto que aquí la tiene ganada el Frente. Sí tiene francas posibilidades de ganar porque tiene un capital político y un caudal electoral acumulado y significativo. No está en discusión que el Frente pueda ganar la Presidencia. Habrá que trabajar muy duro para conseguir la mayoría simple legislativa, que son 47 diputados. Y más habrá que esforzarse para conseguir la mayoría calificada, que son 55 diputados, porque en la próxima legislatura serán 91 diputados y no 92. Pero eso no va a ocurrir si nuestra gente se queda sentada, esperando que ocurra.
El PLC está fuerte. El PLC ha venido avanzando como el elefante, paso a paso. El PLC es una maquinaria nada despreciable. Pueden tener un liderazgo cuestionado, estructuras debilitadas y un programa amorfo, pero es una maquinaria que tiene experiencia, que tiene dinero y que también tiene el objetivo político de tomar el poder. Y el poder une. La aspiración de alcanzar el poder, y la percepción de que hay posibilidades de alcanzarlo, garantiza bastante fidelidad previa. En la medida en que esa posibilidad se debilite, eso también debilitará las estructuras del PLC, pero en este momento yo percibo que en las elecciones de noviembre va a haber un choque entre esos dos trenes.
En los resultados de ese choque los factores que van a operar no solamente serán los internos, también los externos. No sabemos qué circunstancias internacionales habrá en noviembre. El mundo está hoy muy convulsionado, se está pareciendo cada vez más a Nicaragua, donde las cosas cambian de un día para otro. No sabemos qué va a pasar en el Medio Oriente ni en otras zonas del mundo. Ni en Cuba, Venezuela, Bolivia o Ecuador…En todos los lugares no hay nada para nadie, lo que hay es una lucha diaria y cada quien, en sus circunstancias, está luchando todos los días por preservar y aumentar el poder.
Un segundo factor que puede influir electoralmente es que recrudezca la crisis mundial. Hay distintas señales y depende del economista que leamos: unos dicen que ya salimos de la crisis y otros dicen que viene una peor en mayo porque aún no se tocó fondo y porque las soluciones que encontraron hace unos meses dejaron intactas las causas del problema. Si nos atenemos al pronóstico pesimista, sentiremos el impacto en Nicaragua. Paralizaremos exportaciones porque si hay crisis en los mercados ricos, ¿a quién le vamos a vender? El gobierno del Frente Sandinista ha hecho un esfuerzo para diversificar mercados. Ha abierto el mercado de Venezuela como segundo mercado del país y va a abrir Brasil. Ha abierto Rusia, tiene posibilidades de abrir China continental. Pero eso es absolutamente insuficiente ante el peso que tiene el mercado de Estados Unidos en la economía nicaragüense como destino de exportaciones y como origen de importaciones. El regreso de la crisis puede causar graves tensiones en la economía nacional, que ha tenido una recuperación significativa, con un crecimiento de 4.5% en 2010, después de un decrecimiento de -1.5% en 2009 y un crecimiento de 3.5% en 2008.
Un tercer factor que puede originar tensiones electorales es el climatológico. Nadie puede anticipar si va a haber sequía o lluvias copiosas o si nos va a afectar un huracán o un terremoto. No podemos anticipar nada, no podemos asegurar que no va a pasar ni decir que va a pasar, pero tenemos que estar preparados porque esas catástrofes afectarían las condiciones económicas del país y eso puede incidir también en el ánimo del electorado, en uno o en otro sentido, dependiendo de cómo enfrentemos la emergencia. La manera como el gobierno enfrentó la emergencia por lluvias el año pasado fue objeto de elogios de moros y cristianos.
Si las cosas transcurren dentro de la «normalidad», sin crisis económica mundial, sin ninguna hecatombe internacional que afecte directamente al país, sin ningún evento natural dramático, yo creo que el Frente Sandinista tiene las mejores posibilidades de obtener un triunfo cómodo el 6 de noviembre. Ese día tenemos cuatro elecciones y no una: elegiremos Presidente y Vicepresidente, diputados nacionales (20), diputados departamentales (70) y diputados al Parlamento Centroamericano (20). Los registros de las elecciones de 1996, 2001 y 2006 indican claramente que la gente vota más por Presidente, un poco menos por diputados nacionales, un poco menos aún por diputados departamentales y bastante menos por diputados al Parlacen. Si esto es así, no podemos apostar a que si el Frente Sandinista gana con el candidato a Presidente automáticamente consigue la mayoría legislativa, más aún porque la asignación de los escaños departamentales se hace de acuerdo a los resultados departamentales y no a los nacionales.
La batalla decisiva para obtener la mayoría parlamentaria estará en los resultados de cuatro departamentos: Managua, León, Chinandega y Matagalpa, que eligen 37 diputados, casi el 40%. Haciendo cálculos aritméticos de suma y resta y teniendo en cuenta los diputados obtenidos en 2006, el Frente tiene magníficas posibilidades de alcanzar la mayoría simple (47 diputados), tiene también muy buenas posibilidades de alcanzar una mayoría cómoda que rebase los 50 diputados, pero alcanzar la mayoría calificada (55) será un objetivo muy complejo de alcanzar.
Yo creo que los resultados darán el segundo lugar al PLC. ¿Qué puede derrumbar al PLC? En este momento veo pocas posibilidades de derrumbe. Tiene un candidato débil en el sentido histórico de la palabra, pero, para bien o para mal, Arnoldo Alemán es su principal capital político. Y el PLC tiene posibilidades reales de disputarle el poder al Frente Sandinista. Otra cosa es que lo logre.
¿Fabio Gadea? Tiene muchas menos posibilidades. No tiene estructura partidaria, la tiene que construir. Corre en la casilla del PLI, un partido que no ha sido más que varios grupos de señores que se reúnen en las principales ciudades del país y en algunos municipios como La Trinidad. El PLI no es una maquinaria partidaria, menos aún una maquinaria electoral. No tiene fiscales capacitados, no tiene esas 60 mil personas que actúen como fiscales y que se requieren para lanzarse a una elección. Ésa es una debilidad del grupo de Gadea, que no es decisiva, pero que es importante. Después, alrededor de Gadea hay una amalgama de intereses, un chacuatol, perros y gatos en pleitos sobre todo a la hora de decidir diputaciones. Deben inscribir las listas de diputados en mayo. Y no será problema definir los 90 diputados de la lista, sino los primeros de la lista nacional y los primeros de cada departamento, que son los que van en posiciones ganadoras. Ahí habrá un pleito que no sabemos en qué va a concluir. Finalmente, el candidato es negativo. Seleccionar a Fabio Gadea me parece la peor idea que pudieron tener.
¿Quién le va a dar dinero a Gadea para su campaña? ¿A quién van a apostar los Pellas, los Zamora, los Arana, los Baltodano? ¿A Gadea o a Alemán? Todavía no lo sabemos, pero van a apostar. Porque aunque digan que andan contentos con el gobierno de Daniel Ortega, saben que no son harina del mismo costal y a ellos no les conviene que el Frente tenga una mayoría sólida en el Parlamento. Van a esforzarse porque eso no ocurra. ¿A quién van a apostar? Seguramente a los dos, pero con mayor fuerza al PLC. Y no lo van a hacer de gratis: van a buscar diputados. También tienen al Partido Conservador, que va en alianza con el PLC, y que va a obtener un grupo de diputados propio. A ellos apuesta el grupo oligarca porque con esos diputados palanquean, negocian aprobación de leyes y nombramientos de funcionarios. A través de ellos participan en la vida institucional del país.
Otro tema en discusión es el de los observadores electorales, convertido en bandera política por la oposición. Lo importante no es si los llaman «acompañantes» o si los llaman «observadores». Si son acompañantes y sólo los llevan a pasear no tendrán función de observadores, pero bajo determinadas normas, sí pueden constatar determinados procesos y serán observadores. Yo creo que al final va a haber observadores en estas elecciones, pero con determinadas reglas del juego.
¿Es importante que haya observadores? Recordemos: en las elecciones de 1996 aquí estuvo Jimmy Carter, Oscar Arias, Cesar Gaviria y un ejército de observadores. Y hubo un fraude descomunal. ¿Y qué fue lo que le dijo Jimmy Carter a Daniel? «En otro país hubiéramos repetido las elecciones, pero vos tenés que aceptar y sacrificarte en aras de la paz». Literal, me consta. Y lo mismo le dijo Oscar Arias, y lo mismo le dijo César Gaviria. Y después los tres salieron defendiendo la transparencia del proceso electoral.
Ha habido elecciones observadas en Haití y fue el colmo: el resultado no fue el oficial, sino el que impusieron los observadores de la OEA. Mayor intromisión e injerencia jamás. El fraude descomunal en Irak fue observado por la Unión Europea. En El Salvador las últimas elecciones fueron observadas y Funes ganó con el 58–59% de los votos, pero sólo le adjudicaron el 51%. Así que no es cierto que los observadores garantizan fiabilidad y transparencia en los resultados. ¿Cuál es el elemento vital para garantizar una elección? Los propios ciudadanos. Y los fiscales de los partidos. Alemán, que no es baboso, se está preparando para la eventualidad de que él presuma que le están robando las elecciones. O que va cerrada la votación. Él se está preparando. Y nosotros también.
¿Por qué nos robaron las elecciones en 1996? Porque fuimos literalmente pendejos y creímos en la honestidad de los otros. Creímos que Mariano Fiallos seguía al frente del Consejo Supremo Electoral. Nosotros no preparamos fiscales. La tarea del fiscal, que es engorrosa, se la dimos al chavalo más joven, al que estaba sin hacer nada, al que tenía tiempo. Pero no dominaban la Ley Electoral. Muchos de ellos ya a las 6 de la tarde estaban apurados y se iban de la junta y «¡ahí me llaman para firmar el acta!». Y se iban. Fuimos pendejos. Y eso no nos vuelve a pasar: que nos ganen en buena ley, pero que no nos roben.
Los fiscales deben estar muy preparados. La Ley Electoral dice que para poder impugnar un resultado el fiscal tiene que hacer la impugnación en la junta. Si no hay impugnación en la junta, el resultado queda validado y no lo puede invalidar ni el Consejo municipal ni el Consejo departamental ni el Consejo nacional. Y al revés: si hubo una impugnación en la junta, esa impugnación va al Consejo municipal y de ahí al departamental. Y ahí las decisiones ya son políticas. Y si hay demasiado enredo en una junta, lo mejor es anularla entera. Así se ha hecho. Es una decisión política. La Ley Electoral no contempla el conteo de votos individuales, no contempla abrir las urnas. Entonces, si el fiscal no está preparado para saber en qué momento impugnar y por qué impugnar, si no está entrenado para hacerlo con fuerza, ¡está listo! Es cierto lo que dice el Consejo Supremo Electoral: los magistrados no cuentan los votos. Se cuentan en la junta. Y los cuentan este año el Frente Sandinista y ALN. Ellos cuentan y los fiscales vigilan. Lo que no se cuente bien ahí, ya no se cuenta.
Así, con estas fortalezas y estas reglas del juego vamos a las elecciones. Y la pregunta clave en todo esta disputa es lo que esperamos conseguir si ganamos. A veces se nos olvida, y nos ocurre a los sandinistas con mucha frecuencia, que si queremos el poder es para mejorar los niveles de vida de la gente. No se trata de tener el poder para ser más nacionalista o para ser más antiimperialista o para defender el río San Juan…o para hacerse más rico. Es para que la gente deje de ser pobre y para que todo el mundo vaya progresando.
¿Cómo nos imaginamos el país dentro de cinco años más de gobierno del Frente Sandinista? Un país que en vez de tener el 19% de desnutrición crónica, tal como tenemos ahorita –estaba en el 27% cuando asumimos el gobierno– haya reducido la desnutrición al 4–5%. Un país en donde hayamos logrado la meta del sexto grado para todos. Un país con una producción de alimentos cercana a los 10 millones de quintales de arroz y frijoles y con un proceso de agroindustrialización de la leche, la carne y los granos básicos ya iniciado. Nos imaginamos un país mucho más integrado, mucho más vertebrado.
¿Estamos hoy mejor que hace cinco años? Eso depende de cada quien, no hay una respuesta universal. Hay muchas personas que están hoy mejor que antes, hay otras que no lo están, hay otras que están igual que antes. Pero hay indicadores generales que dicen que tenemos hoy mejores condiciones. Hace cinco años se pagaba la educación y hoy no se paga. Hace cinco años se pagaba en los hospitales y hoy no se paga. Hace cinco años había racionamiento de energía eléctrica y hoy no lo hay. Creo que Nicaragua está hoy mejor que hace cinco años y creo que hemos sentado bases suficientes para estar mucho mejor dentro de otros cinco años de gobierno del Frente Sandinista. La pobreza sigue ahí. Para poder resolver el problema de pobreza necesitamos crecer anualmente al menos un 10% durante 20 años seguidos. Es un desafío gigantesco, que no depende exclusivamente de lo que pase en Nicaragua, sino también de lo que sucede en el contexto mundial. Estemos claros: la pobreza es un fenómeno que no se logra resolver solamente con voluntad política. Es importante la voluntad política, pero no es suficiente.
Yo creo que el país al que nos dirigimos será un país sustancialmente mejor.
El principal desafío del Frente Sandinista al asumir el gobierno en 2007 era cómo hacer un gobierno progresista, que defendiera los intereses de las mayorías, sin pelearse con los gringos, sin pelearse con los ricos y sin pelearse con la jerarquía católica. Y ha tenido éxito: no se ha peleado con los gringos y no se ha peleado con la oligarquía. Donde no ha sido tan exitoso es en las relaciones con la jerarquía católica, pero aún así eso ha sido adecuadamente mediatizado y los daños han sido reducidos al mínimo.
Ésos eran nuestros grandes desafíos y ésos eran los temores que tenía la gente: que si gana el Frente va a confiscar, que si gana se va a pelear con los gringos, se van a ir los capitales, no van a llegar las remesas familiares…Estos miedos ya han desaparecido. Y por eso estas elecciones van a ser las más libres de los últimos veinte años. Ya no hay miedos. Ya no hay miedo a que según por quien vote uno va a venir la guerra o se van a ir los reales. En ese sentido, van a ser unas elecciones sumamente libres. En las elecciones de 1990 nos pusieron una pistola en la cabeza: si siguen votando por los sandinistas va a seguir la guerra. Y todavía en las elecciones de 1996, en las de 2001 y también en las de 2006 nos decían lo mismo. Esta vez ya eso pasó. La gente va a poder votar con su conciencia y sin los miedos recurrentes del pasado.
(*) William Grigsby es director de radio La Primerísima y de la revista Correo. Transcripción de una charla, ofrecida el martes 22 de febrero de 2011, para el equipo de la revista Envío.