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Brasil, cómo sigue

Un complejo panorama político emerge tras la victoria reivindicativa contra el aumento del transporte.  A 10 días de las primeras movilizaciones masivas, cerca de 80 movimientos sociales y de izquierda evalúan los pasos a seguir. “Dentro de nuestra militancia está todo el mundo loco para entrar en la pelea”, declaró Joao Pedro Stedile, líder de los Sin Tierra.

El Movimento Passe Libre, impulsado principalmente por jóvenes de sectores medios en las grandes ciudades brasileñas, fue el motor de las movilizaciones en Brasil que después desbordaron en masividad. Aunque hubo núcleos activos que se sumaron a la multitud con un discurso reaccionario y de derecha, el espíritu mayoritario de la protesta fue de contenido popular. “La ciudad no va a olvidarse de lo que vivió en las últimas semanas. Aprendemos que sólo la lucha de los de abajo puede derrotar los intereses impuestos de arriba. La intransigencia de los gobernantes tuvo que ceder a las calles, a las barricadas y a la bronca de la población”, expresó el movimiento juvenil en una comunicación oficial, tras conocer la anulación en los aumentos del transporte. El pasado miércoles 19 de junio los gobernadores de San Pablo y Río de Janeiro cedieron al reclamo, sumándose a los retrocesos que ya habían sucedido en otras ciudades como Goiânia, Manaus, Natal, Porto Alegre, Recife, João Pessoa e Cuiabá.  Pero la ebullición social no quedó aplacada sólo con eso.
¿Giro a la derecha?

Los cuestionamientos a la corrupción en el gobierno del PT son cada vez más habituales en un país donde la construcción de la infraestructura para el Mundial 2014 habilita grandes negociados. Este malestar atraviesa a toda la sociedad, pero es la derecha política y comunicacional la que saca más provecho. Voceros mediáticos conservadores como el periodista Arnaldo Jabor o dirigentes políticos como el expresidente Fernando Enrique Cardoso se dieron cuenta de la oportunidad y elogiaron las protestas que al principio habían cuestionado. A eso se sumó la presencia de núcleos activos de militancia neofascista en las grandes movilizaciones, que quemaron la bandera del Partido de los Trabajadores y golpearon a militantes de izquierda, buscando cambiar en el carácter original de la movilización. Aunque aislados, estos hechos pusieron en alerta al movimiento social. El Movimento Passe Livre impulsó entonces una campaña que se viralizó en las redes sociales, buscando retomar el hilo de la convocatoria original. “Manifestarse por todo es manifestarse por nada”, fue la consigna. A la vez, para la movilización del pasado jueves, en Sao Pablo los militantes de izquierda decidieron llevar sus propias banderas, y se dieron conatos de enfrentamiento con sectores políticos organizados de extrema derecha. Para más, en Salvador y Río de Janeiro las protestas fueron reprimidas dejando manifestantes heridos.
La respuesta de los movimientos sociales

Buscando no perder protagonismo, algunos de los principales movimientos sociales del país difundieron una nota conjunta reclamando cambios a la presidenta Dilma Rouseff. Coincidieron en el planteo político la Central de Movimientos Populares (CMP), el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), Consulta Popular y la Central Única de los Trabajadores (CUT). «El momento es propicio para que el gobierno avance con las reivindicaciones democráticas y populares y estimule la participación y politización de la sociedad”, dice la nota. Allí estas organizaciones proponen «la realización, con urgencia, de una reunión nacional que involucre a los gobiernos estaduales, los intendentes de las principales capitales y los representantes de todos los movimientos sociales». Cuando Rouseff habló del tema, pareció responder al pedido: «Voy a recibir los líderes de las manifestaciones pacíficas, los representantes de las organizaciones de jóvenes, de las organizaciones sindicales, de los movimientos de trabajadores, de las asociaciones populares. Necesitamos sus contribuciones, reflexiones y experiencias. Su energía y creatividad, su apuesta en el futuro y su capacidad de cuestionar equívocos del pasado y del presente», declaró por Cadena Nacional. 

Este lunes 24, cerca de 80 movimientos sociales, sindicatos y partidos políticos de izquierda se reunieron en la Sede del Sindicato de Químicos en San Pablo, para evaluar el escenario de ahora en más. Joao Pedro Stédile, dirigente histórico del MST, se convirtió en vocero del espacio, y declaró al diario de izquierda Brasil de Fato: “El pueblo apoyó las manifestaciones y esto se expresa en los índices de popularidad de los jóvenes, sobre todo cuando fueron reprimidos. La clase trabajadora tarda en movilizarse, pero cuando se mueve, afecta directamente al capital. Cosa que todavía no comenzó a pasar”, y agregó: “Creo que en las próximas semanas podrá haber una adhesión mayor, inclusive realizando manifestaciones de los campesinos en las rutas y municipios del interior. Dentro de nuestra militancia está todo el mundo loco para entrar en la pelea y movilizarse”.

Emir Sader, sociólogo y docente en las universidades de Sao Pablo y Río de Janeiro, analiza: “El mayor significado del movimiento va a quedar más claro con el tiempo. Lo más importante son las lecciones que el propio movimiento y la izquierda –partidos, movimientos populares, gobiernos– puedan sacar de la experiencia”. Y concluye: “Probablemente la mayor consecuencia sea la introducción del significado político de la juventud y de sus condiciones concretas de vida y de expectativas en el Brasil del siglo XXI”. Lejos de cerrarse con la victoria reivindicativa, el panorama político que desencadenó la inédita movilización social en Brasil está abierto, y no puede preverse aún un destino cierto.

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