Colombia: construyendo desde lo colectivo en la bioregión del Kumanday
Dos compañeras de la Red de hermandad y solidaridad con Colombia (REDHER) participamos de un encuentro campesino en la Biorregión del Kumanday en Colombia, donde se gesta la organización colectiva para la defensa del territorio y la soberanía de sus comunidades, constando que el modelo de desarrollo capitalista del norte global solo ha sido posible ‘gracias’ al expolio y dominación territorial.
JULIA CLEMENTE LONGÁS 20 MAYO, 2024
Campesinas y campesinos de los departamentos mencionados se reunieron en la margen del río Otún durante dos días para conversar sobre problemáticas comunes y desarrollar respuestas colectivas para afrontarlas. Se trataba de un impulso inicial para la organización en una zona muy conservadora, en la que el movimiento campesino se encuentra bastante desarticulado como consecuencia del complejo contexto político. Al igual que el resto de movimiento sociopolítico que hemos conocido en Colombia, se trabajó de manera asamblearia promoviendo que todo el mundo se involucrase mediante diferentes dinámicas. Tampoco faltaron espacios más distendidos de compartir y crear red en torno a la olla comunitaria y la música.
En el territorio existen una serie de conflictos que tienen una raíz común y estructural, imagen que sirve de ejemplo de algo que se repite por todo el país y por todo el sur global. Dichos conflictos derivan de los intereses extractivistas de las transnacionales que en connivencia con los sectores nacionales que acaparan el poder hacen todo lo posible para controlar los ‘recursos’ naturales. Solo les importa el lucro y en absoluto los descomunales daños sociales y ecológicos que implican sus actuaciones. Explotan, destrozan y se marchan a empezar la rueda en un nuevo lugar. La mayoría son empresas extranjeras provenientes del norte global que han influido de manera determinante en la historia de estas tierras y sus gentes. En sentido inverso el modelo de desarrollo capitalista del norte global solo ha sido posible ‘gracias’ a este expolio y dominación territorial. Sumado a esta trayectoria y en el actual contexto de crisis ecológica y futuro de escasez, estas transnacionales ven el sur global como fuente de ingentes cantidades de ‘recursos’ de los que apropiarse. El colonialismo jamás tuvo fin.
Colombia: construyendo desde lo colectivo en la bioregión del Kumanday
En Caldas y las zonas limítrofes con el departamento del Chocó encontramos minería a cielo abierto, gran parte de ella ilegal. Sobre todo se extrae oro para lo que se utilizan químicos tóxicos como mercurio y cianuro. En la biorregión también existen plantaciones de pino y eucalipto destinados a industria maderera, para ello se deforesta bosque nativo que alberga una rica biodiversidad y cumple una función importantísima en la retención de humedad y creación de lluvias. El sector ganadero, gremio históricamente poderoso, acapara las mejores tierras, en muchos casos como tapadera para blanquear dinero proveniente de economías ilícitas. El monocultivo se extiende por las laderas en forma de café, pero también lo encontramos de plátano, banano, caña de azúcar y aguacate.
Algunas compañeras que participan en el evento reparten folletos y nos hablan de lo que significa la expansión del aguacate hass en el territorio, se trata de un producto extendido por Chile, Guatemala, México, Perú y Colombia. Este cultivo, al igual que muchos otros, está enfocado a la exportación y tiene una gran dependencia de agrotóxicos al tratarse de una variedad no adaptada a las condiciones locales, por lo que tiene un enorme costo energético, significa contaminación por diversos cauces y pérdida de biodiversidad. También conlleva la deforestación de amplias zonas de gran importancia ecológica y muy sensibles como los ecosistemas de páramos. Además, requiere mucha agua, por ello algunas empresas privatizan ilegalmente el agua de los acueductos comunales que surten a las poblaciones de agua de boca. El monocultivo agota los suelos y los vuelve infértiles, en este sentido el aguacate hass es una especie especialmente dañina.
Colombia: construyendo desde lo colectivo en la bioregión del Kumanday
Las empresas hidroeléctricas también tienen intereses aquí, quieren desviar ríos y crear represas con la intención de que la energía producida se destine a otros lugares, es decir, en la dinámica extractivista vienen a apropiarse de las ganancias a costa de dañar los ecosistemas y a las poblaciones locales. Todo ello mientras gran parte del país está fuera de la red nacional de energía y muchas poblaciones sufren cortes de agua diarios. En el territorio también encontramos un modelo de turismo masificado que ejerce mucha presión sobre diversos ambientes, a su vez está ocurriendo una extranjerización de la tierra, ya que es comprada por personas foráneas. Esto último conlleva una subida en los precios en general y de acceso a la tierra y a la vivienda.
Todas estas presiones extractivistas implican la destrucción de las formas de economía local, de soberanía y ordenación territorial campesina, indígena y de la población afrodescendiente, el aumento de la inseguridad alimentaria y el desplazamiento de las comunidades mediante diferentes mecanismos de violencia. El telón de fondo es un sistema en dónde la vida de la población históricamente marginalizada no vale demasiado mientras la impunidad se pasea con descaro.
La mayoría del campesinado al que han despojado de tierra y continúa viviendo en el territorio pasa de tener relativa autonomía sobre qué y cómo cultivar a convertirse en jornaleros asalariados. En el caso del aguacate hass las campesinas son principalmente empleadas en las primeras fases del cultivo, luego se contrata a expertas para desarrollar labores más técnicas como fumigar con drones. Esta situación de precariedad y falta de opciones de vida digna también tiene como consecuencia el desplazamiento de muchos jóvenes a la ciudad, los cuales difícilmente regresarán al campo si no se producen cambios significativos.
Frente al extractivismo encontramos un campesinado que tiene una visión antagónica de lo que es el territorio y piensa en bienes naturales en lugar de en recursos. Durante las jornadas se habla de soberanía alimentaria, de la necesidad de extender las prácticas agroecológicas, de gestión comunitaria y de saberes colectivos. Se pone sobre la mesa la necesidad de construir desde lo común la lucha por la protección y cuidado del territorio y de las personas que lo habitan. En esta línea se conversa sobre la importancia de la figura de guardia campesina, similar a la organización de la guardia indígena o cimarrona, y de la utilidad de crear la figura de guardianas de la tierra. Está última propuesta surge ante la amenaza de desplazamiento sufrida por un compañero que vive en una zona que desde la institución se pretende catalogar como reserva. En esta circunstancia, el campesino se convertiría en guardián de bosque nativo y de agua, ocupándose de cuidar la naturaleza realizando prácticas tradicionales y agroecológicas.
Para lograr la efectiva defensa y cuidado del territorio acuerdan rescatar una pedagogía campesina y popular que permita crear escuelas campesinas y la capacitación en agroecología. En contraposición a ello argumentan que la academia sigue una línea de pensamiento occidental enfocada a la productividad dentro del marco capitalista. Aunque a este argumento no le falta razón, existen excepciones a esta tendencia como es el caso de la trayectoria académica de la agroecología, con importantes referentes latinoamericanos que defienden su carácter político, y ponen de manifiesto la urgencia de rescatar la sabiduría ancestral de cada territorio y conectarla con el uso de una ciencia al servicio de la gente y del planeta.
Los campesinos reunidos ven imprescindible concienciar a la gente de la ciudad sobre el papel fundamental del campo para la vida humana, también, el impulsar un ecoturismo que enseñe a las visitantes a querer la tierra y que sirva para crear conciencia sobre los daños que provoca el turismo de masas. Así mismo y como tarea imprescindible, buscan cambiar la mentalidad del campesinado que, atrapado en los planteamientos de la llamada revolución verde y las presiones del agronegocio, cree que el monocultivo es una opción respetable. La intención es extender el cultivo de alimentos sostenibles, sanos y variados para su consumo local. Para conseguirlo plantean el establecimiento de acompañamientos campesinos que apoyen los procesos y hagan un seguimiento. En cuanto a dificultades para el impulso de las prácticas agroecológicas se habla de la falta de recursos materiales como sistemas de recogida de agua, sistemas que faciliten el riego, acceso a ciertos insumos etc. Sobre esto último plantean, por ejemplo, desarrollar composteras que les permitan reutilizar desechos y de esta manera abastecerse de materia orgánica para fertilizar los suelos.
En la estrategia de situar la cadena alimentaria a nivel de biorregión, definen la construcción de centros de transformación de alimentos para procesarlos localmente. También critican el papel de los intermediarios, que ejercen un cuello de botella en dónde se queda el grueso del beneficio económico mientras se fuerza al campesinado a vender muy barato por falta de alternativas. Por ello plantean el desarrollo de canales cortos de comercialización como centros de acopio, mercados campesinos y la extensión del trueque.
Las últimas horas del encuentro se destinan a definir prioridades, calendarizar asambleas para los siguientes meses en las diferentes zonas del territorio y decidir fecha para una próxima asamblea de toda la Biorregión del Kumanday. Las campesinas salen animadas y fortalecidas del encuentro, es la consecuencia de identificar los mismos problemas, no sentirse solos y compartir las mismas ganas de construir otras realidades posibles. Hay mucho por hacer, contagiar a más población y promover la coordinación con otros territorios para enfrentar al extractivismo y tejer redes de solidaridad y apoyo mutuo. El reto es difícil pero está claro que de ello depende el futuro, al menos uno que garantice la permanencia en el territorio y la construcción de vida digna.
Nosotras nos marchamos llenas de aprendizajes, con la consciencia de que también hay mucho por hacer en nuestros territorios de origen para la construcción de alternativas a este modelo capitalista, globalizado, ecológicamente insostenible y también injusto para los pueblos del norte. Frente a problemas interconectados sabemos que no estamos solas, que somos muchas en diferentes partes del planeta y que tenemos las mismas ganas de construir ese otro mundo posible.